
Voces que Transforman: La Revolución Silenciosa de la Comunicación LGTBI+
Del susurro a la reivindicación: cómo la comunicación LGTBI+ ha cambiado el mundo y por qué sigue siendo una batalla clave en la lucha por la igualdad.
La comunicación ha sido un campo de batalla para la comunidad LGTBI+ a lo largo de la historia. No podemos hablar de activismo sin hablar de los códigos y estrategias que han permitido que nuestra voz se escuche en sociedades que, en muchos casos, han intentado callarnos. En la Antigua Grecia, la homosexualidad tenía una aceptación relativa, pero bajo un contexto completamente normativo y condicionado por la edad y el estatus social. Con la llegada del cristianismo y la moral judeocristiana, la persecución se convirtió en una constante. Durante la Edad Media y la Inquisición, la diversidad sexual no solo fue condenada sino castigada con la muerte.
La comunicación LGTBI+ exige un profundo conocimiento del entorno, de su historia y de sus luchas |
A lo largo del tiempo, la comunicación en el colectivo ha pasado de ser una cuestión de supervivencia a convertirse en un motor de cambio social. En el siglo XIX, los círculos intelectuales encontraron en la literatura y la poesía una manera de expresar su identidad sin sufrir represalias. Con la llegada del siglo XX, los primeros movimientos organizados como el Comité Científico Humanitario en Alemania o la Mattachine Society en EE.UU. entendieron que la visibilidad era el primer paso hacia la conquista de derechos. Pero no fue hasta los disturbios de Stonewall en 1969 cuando el lenguaje pasó de la discreción a la reivindicación abierta, naciendo así el orgullo moderno.
El feedback social nunca ha sido homogéneo. Cada avance ha sido recibido con una contrarreacción igual de fuerte. En los años 80, la crisis del VIH desató una oleada de estigma y miedo, alimentada por titulares que hablaban de la "peste rosa". En los 90, las representaciones en televisión comenzaron a expandirse, pero lo hicieron bajo un prisma caricaturesco o de tragedia. En los 2000, con la llegada de las redes sociales, la comunidad encontró un altavoz sin censura, pero al mismo tiempo se enfrentó a un nuevo tipo de odio: la desinformación organizada y la radicalización de discursos reaccionarios.
Hoy, seguimos enfrentándonos a retos enormes. En algunos países, la censura digital es la nueva inquisición. En otros, la representación en los medios sigue siendo problemática, relegando nuestras historias a un segundo plano o utilizándolas como moneda de cambio en la política. Pero lo más importante es que hemos aprendido a responder. Hemos tomado las herramientas de la comunicación y las hemos convertido en armas de resistencia, creando narrativas propias y desafiando los discursos hegemónicos.
No es raro que perfiles activistas sean bloqueados o que campañas fundamentales sean limitadas en alcance |
El problema de comunicar la diversidad no es solo una cuestión de canales, sino de barreras sociales que persisten. A pesar de los avances, seguimos enfrentando discursos reaccionarios que buscan acallar nuestras voces. Los medios de comunicación convencionales, en muchos casos, siguen reproduciendo narrativas sesgadas o reduccionistas. Las personas trans, por ejemplo, son presentadas en la mayoría de las ocasiones desde un enfoque patologizante o sensacionalista, en lugar de destacar sus aportaciones culturales, sociales y políticas. Las historias de éxito y resistencia apenas tienen espacio en la agenda mediática, que prefiere enfocarse en la "controversia" antes que en el reconocimiento de derechos.
Uno de los mayores desafíos que enfrentamos es el tratamiento informativo de nuestra realidad. La espectacularización de ciertos temas ha provocado que las reivindicaciones sean percibidas más como una tendencia pasajera que como una necesidad de justicia social. La reciente ola de crímenes de odio en España, por ejemplo, ha sido tratada por algunos medios con un alarmismo morboso en lugar de centrarse en las soluciones y en la responsabilidad del sistema. La victimización se ha convertido en una narrativa recurrente, sin que se dé el mismo espacio a los logros y contribuciones de la comunidad.
Y, por supuesto, la comunicación también es política. En los últimos años, hemos visto una tendencia creciente en la instrumentalización del discurso LGTBI+ para polarizar sociedades. Desde los gobiernos que usan la inclusión como una herramienta de lavado de imagen hasta aquellos que directamente atacan nuestros derechos como parte de su estrategia electoral, el impacto es evidente. La comunicación en este contexto no solo se enfrenta a la desinformación, sino a campañas coordinadas de manipulación y control narrativo.
Cada medio tiene su propio lenguaje, sus propias dinámicas y sus propios desafíos. La televisión ha sido históricamente un arma de doble filo: ha permitido la visibilización de referentes, pero también ha perpetuado estereotipos dañinos. Pensemos en la televisión de los años 90, cuando los personajes LGTBI+ eran casi siempre secundarios y representados con tintes caricaturescos. Hoy, aunque ha habido avances, la representación sigue siendo un tema de debate.
La prensa ha evolucionado desde la invisibilización total de la diversidad hasta una integración parcial y a menudo problemática. Si bien cada vez más medios han comenzado a incorporar temas LGTBI+ en sus agendas, la forma en que lo hacen sigue siendo objeto de debate. En muchas ocasiones, las historias que nos afectan son tratadas desde un prisma sensacionalista, priorizando el conflicto o la polémica sobre la profundidad y la realidad de las experiencias. Los crímenes de odio, por ejemplo, suelen abordarse con un enfoque alarmista en lugar de incidir en la responsabilidad social y las soluciones necesarias. Aunque hemos avanzado, la representación mediática aún está lejos de ser justa y equitativa
Las redes sociales han sido, sin duda, el gran altavoz del movimiento LGTBI+. Desde campañas virales hasta denuncias en tiempo real, plataformas como Twitter, Instagram y TikTok han permitido una democratización de la información. Sin embargo, también son un campo de batalla constante: los discursos de odio se han multiplicado, y la moderación de contenidos es ineficaz o parcial. No es raro que perfiles activistas sean bloqueados o que campañas fundamentales sean limitadas en alcance.
Ser comunicador en el ámbito LGTBI+ requiere más que habilidades técnicas: exige un profundo conocimiento del entorno, de su historia y de sus luchas. No es un periodismo neutral ni desapegado. Requiere especialización, ser mimético con la comunidad y, sobre todo, una gran dosis de empatía. Comunicar desde "dentro" implica comprender el lugar donde todo ocurre, conocer cada voz, reivindicación y realidad. Significa traducir un mensaje complejo para un público que no siempre está dispuesto a escuchar. Porque, aunque la diversidad es una riqueza, también implica enfrentar la dificultad de transmitir un mensaje claro en un mundo donde millones de personas perciben la realidad de formas completamente distintas. Hacer periodismo o comunicación en este contexto es un ejercicio de sensibilidad y precisión, en el que cada palabra cuenta.
Además, el verdadero reto del comaunicador en el ámbito LGTBI+ no solo radica en transmitir la realidad de manera sensible y fiel, sino en enfrentarse a un ecosistema mediático que muchas veces busca el suceso explosivo, la ridiculización o el espectáculo, con la intención de que la noticia sume más al medio que a la causa. En entornos donde la política, las empresas y otros nexos de poder influyen en qué merece tener cobertura, el profesional de la comunicación se encuentra con una barrera adicional: decidir cómo encajar la verdad en un espacio mediático que no siempre está dispuesto a escucharla.
Desde la teoría de la comunicación, podemos ver que los movimientos sociales han evolucionado en gran parte gracias a la convergencia digital. Castells habla del "poder de la comunicación en red", donde los movimientos sociales ya no dependen de los grandes medios para difundir sus mensajes. Esto ha sido clave para el activismo LGTBI+, que ha encontrado en internet una plataforma de visibilización global.
La clave del futuro está en saber combinar la tecnología con la estrategia. No basta con generar contenido: hay que hacerlo con propósito, con impacto y con una visión a largo plazo. Y, sobre todo, con una frase que siempre ha guiado a las mejores estrategias de comunicación social: "No hay lucha sin voz".
Santy Abreu
Experto Universitario en Comunicación Digital y Corporativa
Responsable de Comunicación de Lánzate
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